Una jamás creería que saliendo un martes podría pasarle algo más que lo de siempre, que pun que pan me tomo una birra y me voy a dormir. Digamos que tampoco es que me haya sucedido algo importante, ni mucho menos. Pero de pronto me encuentro a uno de mis 3009847323 amores de la juventud y me cago de risa (de cuando era más jóven, porque sigo siendo joven, man). Por dentro. Y me alegra, me alegra profundamente inferir prejuiciosamente que a ciertas personas el tiempo les paso al pedo y que a mi, aunque me dejó unos cuantos kilos de exceso, el tiempo, tan tan al pedo no me pasó.
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