Maravilla
Qué buena onda es salir a comprar puchos al bar más raspozo de viejos borrachos de ginebra y encontrarte ahí sentado a Ricky. Y acordarte de que cuando Ricky te vino a encarar para después darte tu primer beso, caminaba airoso revoleando un matafuego que se había encontrado tirado. Y que además, era sodero.
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