Hoy después de trabajar con los pequeños como a las dos horas, cuando me subo al tren para ir al profesorado me encuentro a uno de ellos en el tren. Después de ver la sonrisa de oreja a oreja que puso cuando me vio y me saludo con la mano recontracontento, y que después cuando se bajó, me buscaba con la mirada para saludarme devuelta, no me quedo alguna duda de que no me equivoqué, de que cueste lo que cueste, elegí bien. Lo que no quiere decir que a veces no quiera estrangularlos uno por uno, junto con sus madres, que son el peor enemigo, siempre. Las madres, oh God.
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