"Si te empeñas en que yo tenga autoridad sobre ti", le decía el maestro a un candoroso discípulo, "te haces daño a ti mismo, porque te niegas a ver las cosas por ti mismo".
Y, tras una pequeña pausa, añadió apaciblemente: "Y también me haces daño a mí, porque te niegas a verme tal como soy".
Y, tras una pequeña pausa, añadió apaciblemente: "Y también me haces daño a mí, porque te niegas a verme tal como soy".
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