No puede ser. Si dije no quiero es no quiero. Pero no aprendo más. Ahora voy a tener que escuchar cosas que hoy no tenía ganas de escuchar. Terrible lo pelotuda que puedo llegar a ser a veces. Por favor.
Y mi cuarto que nunca se ordena. Ni solo, ni con mi ayuda, ni con nada. Se resiste. Siempre. Y las telas que me recuerdan aquel fracaso provocado. Y el polvo posado sobre todo lo que toco. Fotos, muñequitos, monedas. Y el colchon, viejo, re-viejo. Eso te pasa por no haber aceptado el sommier. No aprendés más. Y mi placard, abarrotado de ropa que espera el verano, de ropa que espera llegar a manos de alguien que le de uso, de ropa que me da lástima. Y mi alfombra, resentida de las mateadas entre amigas, que hace un rato ya no existen. Y mis paredes, con las marcas de las porquerías que solía pegar.
Por lo visto, ordenar, ademas de alergia, me da melancolía.