Fin de semana salvaje (el que se la sabe tararee)

Hay cosas de las que me había olvidado. No recordaba que no me gustan los tumultos de gente. Y no es que no me gusten por fobia social o claustrofobia, sino más bien porque a mayor cantidad de gente, mayor cantidad de gente boluda y desagradable. Este fin de semana tuve el gusto de recordarlo. Recordar que soy una maldita intolerante, que hay aspectos en los que no he cambiado absolutamente nada y ya no voy a cambiar. Recordé también que todo grupo es sectario y que todo líder es carismático. Recorde, también, que viví mas de dos décadas y todavía no he logrado encajar en ningún lado.
También aprendí cosas. Aprendí que puedo quedarme dormida en el medio de una charla en la que no se suponía que debía hacerlo, y así y todo, entendí a la pefección (si, claro, modestia aparte). Aprendí que alguien que en el pasado me necesitó con locura hoy puede perfectamente prescinidir de mi (eso iba arriba, porque no lo aprendí, en realidad, lo recordé). Y aprendí (hace 5 minutos) que si no empiezo a dormirme más temprano, mi vida siempre va a ser este desastre que es actualmente.